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5 de octubre de 2011

«Regresemos a las sendas antiguas: la Unidad»

“Así dijo Jehová: paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”, Jeremías 6:16

“La unión hace la fuerza”, es un dicho popular que pretende fomentar la unidad. En todos los ámbitos de nuestra vida, la UNIDAD es determinante. No hay lugar para los LLANEROS SOLITARIOS en este mundo. UNIDAD significa propiedad de todo ser en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere; unión o conformidad.

Dios nos creó con la propiedad o característica de la unidad; es su perfecta voluntad que vivamos en unidad: con Dios, 1ª Cor. 6:17 “Pero el que se une al Señor, un Espíritu es con El”; con el esposo (a), Mar. 10:7 y 8 “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya mas dos, sino uno”; entre los creyentes, 1ª Cor. 1:10 “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”; “…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad…”, Juan 17:21 y 23. La unidad debe ser uno de nuestros objetivos respecto a los demás.


Para que haya unidad es necesario recordar siempre que todos somos diferentes y cumplimos diferentes funciones, pero si mantenemos en nosotros el ingrediente principal del AMOR, podemos vivir en unidad. Nuestra sociedad está compuesta por diversas personas, con talentos y temperamentos diferentes; se requiere de la HUMILDAD y la TOLERANCIA mutua para poder sobrellevarnos. El propósito principal de la unidad debe ser el de buscar el crecimiento de los demás; esto se logra estableciendo relaciones de empatía con otros, es decir, poniéndonos en el lugar de los demás para entenderlos y ayudarlos de la mejor manera.


Algunos enemigos de la unidad son: la lengua (nuestras palabras bendicen o maldicen, unen o separan), el egoísmo (enfocarnos en nosotros mismos, creyendo que sólo nosotros importamos, olvidándonos de los demás) y el orgullo (no necesito de nadie, yo puedo solo)

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