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3 de octubre de 2011

Los peligros de no madurar espiritualmente

como crecer espiritualmente

Hola amigas, hoy les traigo un tema especial: La Madurez Espiritual. En la relación cuerpo, mente y espíritu, existen grandes ganancias. Hemos visto cómo a través del tiempo, cobra muchísimo valor estratégico, en el desarrollo personal del individuo, la importancia y el valor que le asignamos a nuestra mente, a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu.

De este ultimo quisiera hablarles hoy, porque considero que tanto nuestro cuerpo como nuestra mente, requieren, -como pieza vital en el engranaje del ser humano-, de un espíritu maduro.

Es así como podemos observar en distintos casos, -desde una perspectiva positiva-, cómo el espíritu se debe enaltecer, se debe transformar, se debe reforzar y puede madurar progresivamente. En nuestro proceso de maduración espiritual, es especialmente significativo plantearse como objetivo la búsqueda del equilibrio en el manejo de la vida en general y particularmente en el control de las emociones.

Así lo señalo en uno de los capítulos de mi libro "La Belleza de Saber Vivir", así también lo he puesto en práctica en mi vida personal, pudiendo obtener invalorables beneficios para enfrentar los retos que la vida nos pone por delante.

Considero que el primer gran elemento para crecer espiritualmente, está marcado por tus creencias, por tu fe en Dios como fuente inagotable de sabiduría para acompañar tus pasos en la vida. Es imprescindible esta conexión para realmente obtener el poder que necesita nuestro espíritu, de lo contrario es como un automóvil sin gasolina el cual no puede llegar a ningún lugar.

El segundo elemento se orienta a asimilar- dentro de pensamientos característicos propios- valores y coordenadas esenciales para nutrir tu propio espíritu y para definir tus relaciones, familiares, sociales, de trabajo y de pareja. Esto lo que nos indica es la necesidad de reforzar valores como la honestidad, la dignidad, la sinceridad, la compasión, la responsabilidad y el compromiso.

El tercer elemento lo define el balance en las emociones, logrando una manera de sentir proporcionada ante las circunstancias y las tormentas a las que nos somete el diario vivir, logrando así sentirnos esperanzados en un futuro de cambio y progreso.

El cuarto elemento lo representa el amor, el afecto que mueve los hilos de tu existencia. Es el máximo sentimiento con el cual le pones un sello magistral a tu espíritu. Es el canal conductor por excelencia para la búsqueda del mayor propósito de vida: Dar y recibir amor.

Con la incorporación de estos cuatro elementos en tu vida lograrás encaminarte en un proceso de maduración espiritual que te permitirá ser más acertado en el manejo de las circunstancias para alcanzar mayor bienestar espiritual. También lograrás una mejor armonía en el desarrollo y mantenimiento de tu cuerpo y en la claridad e inteligencia de tu mente

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