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26 de octubre de 2011

Declararse culpable.

La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Ro. 6:23)
El versículo del encabezamiento declara solamente que sobre todo ser humano pesa una sentencia de muerte que sobreentiende actitudes frente a esta declaración divina:
  • Podemos ignorarla y vivir sin tenerla en cuenta. Pero nuestra negligencia no nos eximirá de comparecer un día ante Dios.
  • Podemos tratar de salvarnos esforzándonos en hacer el bien posible. Aunque esta actitud fuera respetable, no anulará este juicio ineludible, porque “todos pecaron” (Ro. 3:23)
  • Podemos considerar que no somos los únicos afectados por esta condenación. Quizá nos tranquilice el no estar solos en esta situación, pero no nos dejemos engañar. Cada uno tendrá que vérselas con Dios.
  • Podemos intentar persuadirnos de que “el buen Dios” finalmente no aplicará la sentencia que pronunció, pero esto es opuesto a su naturaleza y a lo que él declara en su Palabra.
  • Pero también podemos reconocer que merecemos juicio y “declararnos culpables”. A quienes aceptan esta sentencia, Dios les muestra el medio para ser liberados de ella. En efecto, él no se echa atrás acerca de su veredicto, sino que presenta a Jesucristo, quien sustituyó a todos los que confían en él. Soportó en su lugar el juicio que merecían debido a sus pecados y les da la vida eterna. ¿Conoce usted a Aquel que le amó hasta morir en una cruz para salvarlo?

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