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31 de enero de 2011

Escuela Dominical – LA FORMACIÓN ESPIRITUAL DEL NIÑO 2



Continuemos.
Sugiero que en este proceso de guiar al niño en su decisión de fe el maestro use un lenguaje sencillo sin entrar en explicaciones simbólicas, ya que, por su desarrollo intelectual, el niño no capta aún los simbolismos.
También es mejor usar un solo texto bíblico con el niño para no confundirlo. Sugiero el uso de Juan 3.16 de la Versión Popular, en el cual, después de que el niño haya orado personalmente expresando su necesidad a Dios, el maestro puede leer el versículo con él sustituyendo el nombre del niño donde está la palabra “mundo” y la frase “todo aquel”.

Veamos ahora las verdades básicas que el niño debe entender (los versículos en paréntesis son para el conocimiento del maes­tro):
Dios ama a todos sin excepción y quiere que seamos parte de su familia. Así lo declara Juan 3.16.
Todos hemos pecado y por eso no podemos sentir el amor de Dios ni tampoco ser sus hijos. El pecado es la actitud que dice: “Yo hago lo que yo quiero y no lo que Dios quiere”. El pecado me separa de Dios (Romanos 3.23).

Cristo, el Hijo perfecto de Dios, murió en la cruz por mis pecados (1 Juan 4.10, Romanos 5.8).
Si siento tristeza por mis pecados, puedo arrepentirme y pedirle perdón a Cristo. En ese momento, él me perdona y llega a ser mi Salvador personal, haciéndome un hijo de Dios (Juan 1.12).
Vivir como hijo de Dios significa obedecer lo que Dios quiere de mi vida. Él está conmigo para ayudarme a vivir así (1 Juan 2.17, Gálatas 2.20).

Este esquema cubre los puntos importantes del evangelio. Por supuesto, el niño puede abrir su vida a Dios para recibir la salvación sin entender todo lo que estos conceptos teológicos significan. La regeneración de una vida es obra del Espíritu Santo y no responde a los tiempos nuestros ni a esquemas absolutos. Dios es original en todo lo que hace en cada vida.
En su ayuda pastoral al niño, el maestro estará acompañándolo en profundizar su entendi­miento de lo que significa tener una relación personal con Dios. Es importante reconocer y respetar los procesos de Dios en cada vida.

La Confesión del Pecado y el Perdón de Dios.
Los encuentros pastorales con niños en forma individual ofrecen hermosas oportunida­des para profundizar los conceptos espirituales más importantes. Cuando el niño reconoce su involucramiento en algún problema, el maestro tiene la oportunidad ideal para hablar del arrepentimiento y preguntarle si quiere confesar su actitud o conducta incorrecta pidiendo perdón a Dios.
El maestro debe tener mucho cuidado de no atribuirle culpa al niño cuando él ha sido víctima de circunstancias fuera de su control. Pero cuando el niño mismo acepta su responsabilidad por la desobediencia, o por sentimientos de odio y rencor, el perdón del Señor es su mayor consuelo.
Un encuentro pastoral es un momento propicio para que el niño comience a entender la importancia del perdón que él puede recibir y también ofrecer a otros. Nunca se le debe obligar al niño a perdonar a la persona que le ha hecho un gran daño. Más bien, uno debe explicarle que Dios nos capacita para perdonar a otros de la manera en que él nos perdona a nosotros, y que es en perdonar a la persona que me ofendió o me hizo daño que yo encuentro verdadera paz.

Hay niños que necesitan perdonar a sus padres, a sus maestros, a sus compañeros, vecinos, hermanos u otros por quienes han sufri­do algún daño. El poder perdonar a otro libera al niño, tanto como a la persona adulta, de las emociones dañinas de odio, rencor y amargura. Por supuesto, habrá muchas oportunidades para que el niño pida perdón a otros.
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “Más Que Maestros”
Por Betty S. de Constanc

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