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28 de julio de 2011

Desde lo profundo del corazón

Señor: en este día estoy triste. No sé bien porqué. Tal vez no debería estarlo, sin embargo, lo estoy. Podría escribir palabras bonitas, como las que muchas personas esperan leer, sin embargo, hoy decidí abrir mi corazón no sólo delante de tu presencia, sino también ante quienes nos leen.

Es justamente en momentos así, cuando necesito levantar mi voz para decirte lo mucho que te amo y te necesito. Justo en ese orden: te amo, luego te necesito. Pero una cosa va de la mano con la otra.

Puede mi voz prorrumpir en alabanzas, pero tengo mis manos sobre el teclado para hacerlo desde estas líneas. Aún desde lo profundo de la tristeza, no puedo menos que decirte una y otra vez “Te amo”.

Te amo por la vida que me diste.
Te amo por la familia que me diste.
Te amo por el ministerio que me diste. Por que pones en mi corazón palabras de ánimo para quien las necesita, no importa si yo mismo no tengo ánimo. Te amo porque en mi quebranto es cuando se hace evidente la grandeza de tu poder.
Te amo porque me has sostenido. Porque no importa lo que yo sea, sino lo que tú haces de mí. No importa lo que yo vea de mí en un espejo terrenal. Sólo importa lo que tú ves en mí. Obra tuya y nada más que tuya. Eso me da aliento y ánimo.

Pero por sobre todas las cosas, te amo porque en cada gota de tu preciosa sangre, obraste el milagro más grande de todos los tiempos: que en tu muerte yo tuviera vida.

Amado Señor: no puedo menos que decirte una sencilla palabra: “Gracias”. Tan sencilla, tan corta, tan breve, pero capaz de encerrar en sí misma tan grande significado cuando se expresa desde lo profundo del corazón.

Te amo porque me amaste tú primero, porque sin saberlo y aún sin conocerte ya me habías amado. Puedo sentir y reconocer ese amor en la dulce presencia del Espíritu de Dios en cada rincón de mi ser, en cada latido de mi corazón, aún en cada lágrima.

Te amo porque así como la hermosa Luna es nada sin el sol que la alumbra, nada soy sin tu luz. Te amo porque no sería el arco iris tan bello si no fuera la firma de tu promesa estampada en los cielos que tú mismo formaste con tus manos.

Amado Señor: hoy me rindo a los pies de tu cruz. Hoy tomo tus manos rotas. Hoy no puedo menos que darte las gracias por todo esto y mucho más. Las palabras no alcanzan, tu amor trasciende las palabras. Pero sí sé que alcanzan estas líneas para rogarte por cada uno de nuestros amados lectores. Señor: son tuyos y en tus manos están. Hoy bendigo en tu nombre a cada uno de ellos. Que tu bendición sea derramada en abundancia sobre cada uno, hoy y cada uno de los días de su vida.

Que estas palabras escritas y expresadas a corazón abierto delante de tu presencia, sean de ánimo, de bendición, de restauración, en tus manos. Que el dulce Espíritu de Dios llegue a lo profundo de los corazones obrando sanidad en las heridas del alma rota. Que estas palabras de alabanza sean ese dulce bálsamo y solaz para el espíritu que sufre. Que tu poder se manifieste en sus vidas abriendo cada puerta cerrada a la luz de tu bendición, cambiando cada lamento en danza, rompiendo toda ligadura con el poder de las tinieblas, disipando cada nube de tristeza y dolor.

Señor:

¡Qué privilegio amarte!

…De la boca de los niños y de los que maman
Perfeccionaste la alabanza…

(Mateo 21:16 RV60)

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

(Juan 3:16 RV60

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